Rafael Alberti

Rafael Alberti

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Rafael Alberti nació el 16 de diciembre de 1902 en el Puerto de Santa María, Cadiz. En un principio, cuando su familia se trasladó a vivir a Madrid, el futuro escritor manifestó tener una marcada inclinación por la pintura. Sus primeras visitas al Museo del Prado le sirven de estímulo a su vocación, que encuentra su cauce en las pinturas iniciales que consigue exponer en 1920 en el Salón Nacional del Otoño.
En la misma época en que Rafael Alberti va labrando su camino como artista pictórico, le nace la inquietud por la poesía. El primer libro que publica de ese género literario fue Marinero en tierra, con el que obtuvo el Premio Nacional de Literatura en el año de 1925.
Marinero en tierra está inspirado por unos sentimientos nostálgicos por el mar. Es la evocación que hace el poeta que vive en tierra, remontándose a los días de la infancia cuando el horizonte amado era un océano cercano y palpable:

El mar. La mar.
El mar. ¡Solo la mar!
¿Por qué me trajiste, padre,
a la ciudad?
¿Por qué me desenterraste
del mar?
En sueños, la marejada
me tira del corazón.
Se lo quisiera llevar.
Padre, ¿por qué me trajiste
acá?.
Rafael Alberti gestó La Amante (1926) mientras viajaba por el norte de España y por Castilla. De esta manera el autor relata poéticamente la experiencia de ese viaje. El libro se divide en cuatro partes: Hacia las tierras altas, Hacia el litoral del Norte, De vuelta del litoral y Madrid. El siguiente es uno de los poemas de La Amante:
¿Por qué me miras tan serio,
carretero?
Tienes cuatro mulas tordas,
un caballo delantero,
un carro de ruedas verdes,
y la carretera toda
para ti, carretero.
¿Qué más quieres?


En El alba de alhelí (1928), Rafael Alberti vuelve a abordar el mar en las tres partes en que se compone el libro: El blanco alhelí, El negro alhelí y El verde alhelí. Este libro de poemas y los dos anteriores constituyen una unidad por su relación temática.
En 1927 Rafael Alberti sufre una profunda crisis religiosa que lo llevó a replantearse la existencia de Dios y las directrices de su obra toman otro rumbo con Cal y canto (1929), cuando el mismo autor reconoce que “la belleza formal se apoderó de mí hasta casi petrificarme el sentimiento”.

En Sobre los ángeles, obra publicada también en el año 1929, Rafael Alberti se inclina por las imágenes oníricas, una tendencia de vanguardia que subsiste en Sermones y moradas (1929).
Cuando Rafael Alberti se afilia al Partido Comunista en 1931, su pensamiento comienza a reflejarse en una obra que muchos llegan a tildar de panfletaria por su inclinación a la propaganda política y su distanciamiento de una estética. A esta época pertenecen Consigna (1933); Un fantasma recorre Europa (1933); 13 bandas y 48 estrellas (1936); Nuestra diaria palabra (1936). Con los zapatos puestos tengo que morir es la larga composición poética con la que inaugura este ciclo. Así es el comienzo de esta elegía cívica: “Será en ese momento cuando los caballos sin ojos se desgarren las tibias contra los hierros en punta de una valla de sillas indignadas junto a los adoquines de cualquier calle recién absorta en la locura. / Vuelvo a cagarme por última vez en todos vuestros muertos en este mismo instante en que las armaduras se desploman en la casa del rey”.
La postura de Rafael Alberti fue la de compromiso con la República, hasta el punto de que fue soldado de aviación durante la guerra. Los textos que publica en esa época continúan teniendo un sello revolucionario. Cuando cae el gobierno republicano se vio obligado a salir de España con su esposa María Teresa León. Se quedan una breve temporada en Paris, luego viajan a Chile, y se instalan después en Argentina donde residen hasta el año 1962. El autor resume parte de su experiencia en el fragmento siguiente: “En aquellos años de destierro argentino, mi lejana vida española se me perfila hasta los más mínimos detalles, y son ahora los recuerdos -lugares, personas, deseos, amores, tristezas, alegrías...- los que me invaden hora a hora, haciendo del poema, no una elegía por las cosas muertas, sino, por el contrario, una presencia viva, regresada, de las cosas que en el mundo no murieron y siguen existiendo, aun a pesar de su aparente lejanía. Libro sin fin, pues es como la crónica de los momentos mejores o peores de mi vida, de esos que espero siempre su retorno”.

En el exilio Rafael Alberti regresa a esa inspiración que en su etapa inicial como poeta lo subyuga: el mar evocado desde la distancia, como lo sugiere Pleamar (1944).
A la pintura (1948), es uno de los libros más importantes de la obra poética de Rafael Alberti. El autor lo dedica a Picasso y su contenido tiene que ver con esa experiencia cercana que el mismo tuvo con el arte.
Cuando reside en Roma en el año de 1963, Rafael Alberti vuelve a pintar y escribe los títulos Roma, peligro para caminantes (1968), Los ocho nombres de Picasso (1979), Canciones del alto valle de Aniene (1972).
En el año de 1977 Rafael Alberti puede regresar a España y escribe Fustigada luz (1982), Canciones para Altaír (1988). Entre los muchos premios que recibió el poeta se encuentran: el Cervantes (1983), el Orden Gabriela Mistral (1991), el Creu de Sant Jordi (1998). Recibió el Honoris Causa en varias universidades españolas y extranjeras.
En dramaturgia Rafael Alberti consiguió crear una valiosa obra compuesta por El hombre deshabitado (1931), Fermín Galán (1931), El adefesio (1944). De su obra en prosa se destacan Imagen primera de…(1945), y La arboleda perdida (1959), un bello libro de memorias en el que está presente su itinerario como poeta, su compromiso político, su vida amorosa, su gran afición por el arte y por los buenos artistas.
Rafael Alberti fallece el 27 de octubre de 1999 en el mismo lugar donde nació, el Puerto de Santa María en Cádiz, España, consolado seguramente por ese mar entrañable que nunca desapareció de su memoria de poeta.