Alicia en el País de las Maravillas, de Lewis Carroll

Alicia en el País de las Maravillas, de Lewis Carroll

aliciaLa obra de Carroll se llevó a la gran pantalla

La obra de Carroll se llevó a la gran pantalla

La obra de Carroll se llevó a la gran pantalla


Esta obra de Lewis Carroll, confieso, se encuentra una de mis frases favoritas. Una sentencia, simple y concisa, puesta en boca de uno de los personajes, que sirve, ella sola, para definirlo y caracterizarlo por completo.
¡Que le corten la cabeza! Eso grita, ante casi cada situación la Reina de Corazones, la mala de la película en Alicia en el País de las Maravillas. Una frase tan llena de significado, de matices, que queda recogida en sus palabras la personalidad del personaje. Por eso es una de mis frases favoritas.
Decía el genial Alexandre Bóveda, uno de los referentes de la literatura en lengua gallega, que “literatura son las palabras exactas y no otras”. Pocas definiciones más acertadas de un concepto tan difícil de asir como el de literatura nos podemos encontrar. Las palabras precisas y no otras. Ninguna más.


La novela de Lewis Carroll, además de otras muchas virtudes, como la precisión matemática de sus capítulos o el hilo argumental que se mueve como una ficha dentro de una partida de ajedrez, es un ejercicio de exactitud. Aunque parezca sorprendente en un libro que, en definitiva, se mueve en el terreno de lo fantástico, no cae en la pomposidad, en la saturación o la excesiva ornamentación. No de eso nada.
Cada palabra ocupa su lugar, su espacio exacto y no otro. Si conocemos el alma de la Reina de Corazones por su forma de dirigirse al mundo, para qué continuar o seguir por el mismo camino. No, el camino a seguir es el de Alicia, entrando a tomar el té de las cinco, corriendo tras el conejo que siempre llega tarde o para desafiar a la propia reina.
He leído la novela en un par de ocasiones y es cierto que la he disfrutado mucho más cuando ya contaba con una cierta edad. No quiero decir que un niño o joven no pueda saborearla, pero sí que accede a una sola dimensión de la obra. Más adelante, podemos degustar más aspectos de ella. Desentrañar su estructura, más parecida al mecanismo de un reloj, o escarbar en los motivos, no declarados, de Alicia para adentrarse en el mundo habitado por su propio reflejo.
Paso a paso, la novela crece con el lector, sabiendo que lo dejado atrás estaba ahí porque ese era su lugar, que sólo queda seguir con la mirada puesta en el frente, aguardando por el momento en que habrá que mirar a los ojos de la malvada reina.
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