Si no se hubieran dado por aludidos, probablemente el común de los mortales ni se habrían dado cuenta de que el Ministerio de Igualdad acababa de estrenar una campaña por el Día Internacional contra la Violencia de Género. Una campaña basada en el lema Una de cada dos mujeres en España ha sufrido algún tipo de violencia machista a lo largo de su vida por la que ha pagado la friolera de un millón de euros a la agencia Ogilvy. Para ilustrar el lema, el vídeo incluye escenas de un youtuber que comenta con sus colegas que “siempre bebe zumos y pilla cacho con mujeres muy borrachas” y a un presentador de televisión que le pregunta a una presunta actriz, “¿Tú cuando duermes usas ropa interior sexy o cómoda?”. Nada más ver la campaña El Xokas, un youtuber que el pasado mes de abril realizó unas declaraciones similares, y Pablo Motos, que en 2016 durante una entrevista en El hormiguero le hizo una pregunta parecida a Elsa Pataky, han montado en cólera. Ambos se han sentido señalados y los dos han reaccionado de la misma manera, criticando, cada uno en su medio, la campaña del Ministerio de Igualdad, por supuesto, sin ningún acto de contrición, ni autocrítica.
Si el youtuber el mismo día del estreno de la campaña anunció que tomaría medidas legales, Pablo Motos tiró del programa para contestar a los responsables de la publicidad.
“El Ministerio de Igualdad se ha gastado más de un millón de euros de dinero público en hacer una campaña de televisión para llamarme machista. Ya sé, ya sé que es una vulgaridad porque señalan a todo el mundo, pero es que a mí me han hecho un anuncio. ¡Me han hecho un anuncio en tele! Gastarse más de un millón de euros de los españoles estando el país como está es indecente", se lamentó de forma tajante el presentador. A continuación, tiró de hemeroteca para defender que aquella pregunta era absolutamente pertinente porque la Pataky estaba en plena promoción de una colección de ropa interior femenina de Navidad.
Vaya por delante que el asunto de señalizar al personal no es elegante y jamás lo será. Hemos entrado en un juego de violencia verbal absolutamente insoportable, muy peligroso. Ni en política, ni en la vida todo vale. Unos y otros. De un color y de otro. Todos han cruzado la delgada línea roja que separa la elegancia y el saber estar de la ordinariez, la zafiedad y la provocación.
Una vez aclarado esto, vayamos al fondo de la cuestión.
El Xokas se dio por aludido porque tuvo la desfachatez de comentar delante de sus tres millones de seguidores sus métodos de ligoteo, cuando no anda gritando “me la chupas, me la chupas” y otras lindezas así en medio de sus directos que ven, sobre todo, adolescentes.
“Fuera de coñas, yo cuando salía con mis colegas de joven de farra bebía zumos y me hacía amigo de las camareras”, desvela el señorito leyendo uno de los comentarios. “Eso es un trucazo. Es un trucazo. Hay mucha gente así. Yo tengo colegas que no beben y que eran muy así, de ir a ligar con las pibas. Y que además se divertían mucho llevándose a pibas que estaban colocadas y tal, que estaban bailando, y él no estaba colocado. Entonces, para él era muy fácil ligar. Porque, claro, una tía que generalmente te vería como un cuatro, te ve como un siete si está colocada. Igual que tú, que a una tía que verías como un cuatro, la ves como un siete. Es muy fácil. Tú encima estás sereno y mides perfectamente tus palabras. ¡Chupao! En vez de estar babeando y cayéndote contra las columnas. Entonces, claro, él bebía unos zumitos y tal y salía a ligar. Salía con nosotros y se iba con una piba. Siempre. Un crack, un fuera de serie, la verdad”.
Y luego la sociedad se cuestiona la falta de vocabulario de los jóvenes y su elasticidad respecto a la violencia de género. Que no está bien señalar, claro que no, pero si se hubiera disculpado al tiempo que se quejaba del señalamiento, probablemente El Xokas seguiría cargado de razones que hoy no posee.
Respecto a Pablo Motos, ya sabemos que su audiencia no entiende de grises. Es blanca o negra. La blanca le adora y la negra le aborrece. Él siempre ha sido consciente, tanto que en 2018 contrató los servicios de una consultoría para lavar su imagen. A Motos no le tragan por su prepotencia, por hacerse el gracioso sin tener gracia, por sus preguntas machistas, impertinentes, inoportunas, insolentes y, en ocasiones, incluso groseras.
No puede evitarlo. A Elsa Pataky, además de por la ropa interior le preguntó qué comía para estar tan buena; a Cristina Pedroche, qué piensa hacer cuando se le caiga el pecho. Motos pidió un aplauso para el culo de Mónica Naranjo no sin antes soltar una impertinencia: "Si yo tuviera un culo así, haría el programa de espaldas". Mónica Carrillo tuvo que soportar comentarios improcedentes por parte del programa en la voz de las hormigas. Ya saben, lo sueltan los peluches y así parece que no lo dice nadie. “Tú eres un mito erótico y lo sabes. Yo hay veces que veo las noticias y está el volumen bajado, ¿crees que a los hombres les atraes tú y por eso les gusta leerte? ¿Ponéis imágenes de topless para animar el telediario un poco?". Las preguntas retratan al entrevistador más que al entrevistado.
Con esa libertad que cree que le da el humor, Pablo Motos se ha pasado de rosca millones de veces. En 2009, el presentador le espetó sin vergüenza alguna a Shakira que se la había imaginado “bañándose desnuda en el mar, comiendo carne cruda y aullando”.
El día que entrevistó a Anastasia le confesó a la cantante estadounidense que le resultaba difícil no enamorarse al verla, se atrevió a darle un beso en el cuello y se pegó como una lapa pegajosa para bailar con ella.
La lista de sus meteduras de pata resulta infinita, tanto como las pruebas de machismo del programa. Se pongan como se pongan. No tienen más que tirar de hemeroteca. Dadas las circunstancias, como El Xokas, mientras protestaba por el señalamiento público, Pablo Motos debería haber hecho un poco de autocrítica. El refranero español lo deja muy claro, el que se pica ajos come.
Por suerte, al que no le guste la actitud de Motos siempre tiene la opción de cambiar de canal. La tele es tan democrática que te permite zapear, prohibir el programa (como el caso de la que suscribe), incluso, darle al botón rojo.