Extinción, asomándose al barroco desde la tecnología visual
El Teatro de La Abadía ha acogido este martes el estreno absoluto de 'Extinción', el espectáculo musical que podrá verse en su Sala Juan de la Cruz hasta el próximo 24 de abril.
En coproducción con el Teatro Real y colaboración del Festival Internacional de Arte Sacro 2022, la primera de las doce funciones programadas en La Abadía se ha saldado con el aplauso unánime para el Coro Titular del Teatro Real y el conjunto Nereydas, más audible que el recibido por la agrupación encargada de la escena, Señor Serrano, a la que también ha premiado su fiel público.
Para quienes anoche acudían por primera vez a este coqueto y ya veterano teatro “escondido” en el madrileño barrio de Chamberí a medio camino de Argüelles, la llegada al mismo ya suponía toda una sorpresa. El encanto exterior de la que fue capilla del internado femenino "Sagrada Familia" construida en la década de los 40, trasladaba de inmediato a un lugar alejado, casi ajeno al bullicio habitual del centro de una ciudad. El interior de la Sala que acogía el estreno de Extinción era, asimismo, por completo diferente al que están acostumbrados los aficionados del coliseo madrileño. No obstante se percibía desde el principio que no solo había cambiado el entorno y el escenario, también el público en mayoría era distinto al habitual de las producciones del Real, menos afín a grupos escénicos como Señor Serrano, la compañía de teatro con sede en Barcelona creadora de producciones sobre aspectos discordantes de la experiencia humana contemporánea.
Con espectáculos caracterizados por mezclar video en directo, maquetas, textos, objetos y performance, uno no podía dejar de preguntarse cómo habrían interpretado escénicamente las dos misas compuestas por el fraile Joan Cererols Fornells en los lejanísimos años 1648 y 1651. Sin abandonar su lenguaje escénico más de performers que crean en directo la escena que de actores metiéndose en un papel y de tecnología, tanto de última generación como artesanal, su propuesta para esta ocasión logra, sobre todo al comienzo, seguir un hilo que sin embargo, poco a poco, parece desprenderse y separarse de la música de Cererols, claro “innovador”, también él. En su caso, de la tradición española renacentista a la que incorpora las influencias barrocas que llegan de Italia y Flandes mediado el siglo XVII. Las dos piezas escogidas para alumbrar este espectáculo, la Missa pro defunctis y la Missa de batalla, cuyo mérito a la hora de recuperar patrimonio musical es incontestable, corren en general paralelas a la dramaturgia de Alex Serrano sin llegar a colisionar, pero a la vez son contados los momentos en los que confluyen con la narración escénica de la propuesta. Una liturgia que, en palabras del propio Serrano, vendría a sustituir la religiosa propia de una pieza musical de estas características.
Un viaje en el tiempo, el que nos separa de los siglos XVI y XVII y que parte, a su vez, de otro largo periplo, el emprendido en 1591 de Francisco de Orellana y su tripulación adentrándose en la selva de Perú en busca de riquezas - de acuerdo con el texto proyectado en la pantalla que preside el fondo del oscuro escenario, “dejando un rastro de devastación a su paso” -, y posteriormente a lo largo del río Amazonas. El simbolismo de Extinción sirve también para profundizar en la búsqueda del alma, en recuerdo a aquellos primeros estudios anatómicos en los que, pasado el Medievo, por fin pudo avanzarse y a través de los cuales se intentaba dar con la parte divina del ser humano, presuntamente escondida en algún rincón del cuerpo físico. Ambos elementos sirven, a su vez, como denuncia de la dureza del trabajo de quienes en la actualidad profundizan las duras tierras de las selvas del Congo para extraer el coltán, preciado tesoro que da vida a esas nuevas almas, los teléfonos móviles, que todos llevamos en los bolsillos.
Dos misas y dos significados, enfermedad y guerra, increíblemente actuales llenan Extinción, un espectáculo que gira en torno a la narración visual de lo que se mueve en las tablas y con una banda sonora de excepción interpretada magníficamente por el conjunto instrumental Nereydas a las órdenes de su fundador y director artístico, Javier Ulises Illán y las voces del Coro Titular del Teatro Real dirigido por Andrés Máspero. Tan solvente y versátil como siempre, aquí se divide en tres coros como corresponde a la obra de Cererols, caracterizada por el uso del policoralismo propio del Barroco temprano, con un marcado estilo contrapuntístico y rítmicamente complejo entre homofonía y polifonía.