Ópera

Arabella, la gran ausente del Teatro Real

Entre el 24 de enero y el 12 de febrero, a las 19.00 horas, el Teatro Real ofrecerá siete funciones de una nueva producción de Arabella, de Richard Strauss, que se presentará por primera vez en Madrid, 90 años después de su estreno en Dresden

Arabella, Ópera del Teatro Real

Teatro RealArabella, Ópera del Teatro Real

El estreno de Arabella en Madrid, última ópera de Richard Strauss nacida de su fecunda colaboración con el escritor Hugo von Hofmannsthal - fallecido antes de su estreno – “repara”, según el propio coliseo madrileño, una laguna inadmisible en su acervo musical. Lo cierto es que esta ópera – estrenada en España el 7 de enero de 1962, en el Gran Teatro del Liceo de Barcelona, con Montserrat Caballé -, ha experimentado una creciente revalorización en los últimos años, gracias a interpretaciones musicales y dramatúrgicas más hondas y serias, que profundizan en lo que subyace bajo los cánones de la comedia.  La música de Strauss, que nace de la prosodia de un texto de gran carga teatral, rico en requiebros y dobles sentidos, va dando voz a un reparto de personajes caricaturescos, perfilados con sutiles leitmotiv que articulan y entrelazan vals, polonesas, melodías eslavas, partes cantadas y habladas, con una orquestación minuciosa, que alcanza cotas de enorme ímpetu emocional.

La génesis de esta ópera se remonta a 1927, cuando Strauss pidió al poeta y dramaturgo Hugo von Hofmannsthal un texto que emulara El caballero de la rosa, obra con la que ambos habían triunfado. La comedia debería desarrollarse nuevamente en Viena, pero ahora con la trama desplazada al año 1860, cuando el imperio austrohúngaro se resquebrajaba bajo los oropeles de una aristocracia corrupta e hipócrita, empeñada en esconder su decadencia y ajena a las convulsiones políticas y sociales que se fraguaban fuera de sus salones y las suntuosas fiestas celebradas en ellos. El enredo parte de un tema aparentemente muy sencillo: un noble empobrecido por el juego y el despilfarro ofrece la mano de su hija mayor, Arabella, a ricos pretendientes, para así salvar a su familia de la trágica ruina económica.

La protagonista acepta ese papel degradante con valor, ocultando su humillación en un juego de seducción que cree controlar, hasta acabar con un rico y hosco provinciano ajeno a la hipocresía de los salones vieneses, con un agridulce ‘final feliz’, incapaz de ocultar los malos presagios del futuro inquietante que se cierne sobre todos ellos. Esa alienación del convulso contexto político y social que retrata la ópera, la viven, también, curiosamente, el compositor y el libretista, creando una “comedia lírica” con reminiscencias de la opereta y el vodevil en los albores del nazismo, cuyos malos augurios afectarían al mismo estreno de la ópera, que ya no pudo ver Hofmannsthal, muerto repentinamente el 15 de julio de 1929, dos días después del suicidio de su hijo.

Las desavenencias con el régimen nazi apartaron del cargo de director musical de la Ópera de Dresden a Fritz Busch, a quien estaba dedicada la partitura, que iba a estrenar la obra. Lo mismo pasó con la soprano Lotte Lehmann, que no pudo interpretarla. Ambos fueron reemplazados: por el director Clemens Krauss, en el foso, y la que sería su mujer, la soprano Viorica Ursuleac, como protagonista, pero una convención de líderes nazis, a poca distancia del Teatro, fue la que acaparó toda la atención, pasando el estreno de Arabella casi inadvertido.

Arabella, Ópera del Teatro Real

El director de escena Christof Loy, que siente por Arabella una especial afinidad, lleva profundizando en la lectura dramatúrgica de la obra desde hace casi dos décadas, ya que la producción que se verá en Madrid fue concebida inicialmente para la Ópera de Gotemburgo, en 2006, evolucionando desde entonces hasta su actual recreación en el Teatro Real. En la rueda de prensa del pasado miércoles, Loy explicaba que su interés a la hora de poner en escena la obra estaba en hacerlo siempre en dos planos diferentes: un plano casi cinematográfico de marcado carácter realístico y, otro, psicológico, que le permitiera centrarse en los personajes. En esa vida que no enseñan al mundo exterior – como en realidad hacemos todos –, sino en la verdadera existencia que llevan en soledad, cuando se despojan de cualquier fachada tras la que se ocultan para poder relacionarse con los demás. O, al menos, de la forma que los demás esperan, aunque ellos, “los demás”,  también se encuentren fingiendo.

Pora ello, Loy despoja la comedia de adornos, decoración palaciega y trajes engalanados, trasformando su lujoso hotel en un espacio diáfano concebido por el escenógrafo y figurinista Herbert Murauer, en el que paneles deslizantes van dejando al descubierto las estancias interiores donde se desarrollan las sucesivas escenas de la ópera, transformando al espectador en un voyeur. Así, los cantantes, actores y bailarines, ataviados en blanco y negro, se mueven como en una gran coreografía emocional, despojados de sus máscaras, en una lectura de intensa profundidad psicológica y meticuloso trabajo actoral, en el que destacan Sara Jakubiak (Arabella), Josef Wagner (Mandryka), Sarah Defrise (Zdenka), Martin Winkler (Conde Waldner), Matthew Newlin (Matteo) y Anne Sofie von Otter (Adelaide), que estrenó la producción.

Loy, que dirige su tercer título de Richard Strauss en el Real - después de Ariadne auf Naxos (2006) y Capriccio (2019) -, lleva trabajando con todo el equipo de la ópera desde el inicio de diciembre, cuidando minuciosamente cada detalle de esa dirección actoral. Porque solo gracias este intenso trabajo de ensayos se puede, a juicio de director artístico del Real, Joan Matabosch, subir a escena una opera como Arabella. En sus propias palabras: “Es durante los mismos cuando se va construyendo. Entre todos y partiendo de cero”. Por su parte, David Afkham, gran conocedor de la música de Richard Strauss, dirigirá su segunda ópera en el Teatro Real, después de Bomarzo, en 2017, ya que La pasajera, de M. Weinberg, prevista para junio de 2020, se canceló por la pandemia. Para el director de orquesta alemán, en plena polémica por su renovación al frente de la Orquesta y Coro Nacionales de España (OCNE), Strauss refleja en su música lo convulso de la sociedad a la que retrata de forma clara pero extremadamente sutil, con momentos que parecen música de cámara a través de los que se crea la atmosfera precisa que anticipa la acción.

En torno a Arabella se han organizado actividades paralelas en el Teatro Real y en colaboración con el Museo Nacional de Artes Decorativas, el Museo del Romanticismo, el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid, el Museo de Historia de Madrid y la Residencia de Estudiantes. Entre ellas, del 16 de enero al 2 de febrero, el taller “Comprender a Strauss: Arabella”, en el que durante cinco sesiones, el musicólogo Luis Gago abordará la música y el contexto de Strauss para comprender su universo compositivo y su importancia en la ópera de comienzos del siglo XX. También a cargo de Luis Gago, la Residencia de estudiantes ofrecerá la conferencia titulada “El segundo y último viaje a Viena de Richard Strauss y Hugo von Hofmannsthal”, en torno a la relación y colaboración entre el compositor y el libretista. Y el 25 de enero, a las 12.00 horas, así como los días 1 y 8 de febrero, a las 17.00 horas, el Museo de Historia de Madrid ha organizado una visita entorno al papel social de la mujer en Madrid en la segunda mitad del siglo XIX.