Esperando a Rajoy
Como un remedo de la famosa obra de teatro Esperando a Godot de Samuel Beckett, en Europa están esperando que Rajoy se decida a pedir la ayuda financiera, equivocadamente llamada “rescate”, que tanto había reclamado.
Crece el temor de que la incertidumbre que ese retraso crea acabe de empujar nuestra economía en la recesión. Y que los costes sean mayores para todos si hay que acabar pidiéndola en medio de una crisis y no en la relativa calma de la que disfrutamos desde que el BCE dijo estar dispuesto a comprar deuda si España pedía el “rescate” al recién nacido European Stability Mechanism (ESM) con las consiguientes contrapartidas.
Gracias a esa disposición del BCE nuestros costes de financiación han caído debajo del 6 %. Y puede que Rajoy piense que mientras eso dure no hay razones para pedir una financiación políticamente condicionada. Pero la situación es muy inestable, si Moody’s hubiera seguido la decisión de Standard & Poor’s de degradar nuestra deuda hasta casi la categoría de “bono basura”, la tregua de los mercados se habría terminado.
Y aunque la prima de riesgo baje y las condiciones de financiación pública mejoren, la situación económica no hace sino empeorar. La economía española ya se ha parado completamente como lo muestran casi todos los indicadores: la producción de cemento en los niveles de 1960, la venta de coches casi un 40 % por debajo en un año, el desempleo creciendo, el crédito de hunde con una caída del 5 % (a comparar con el 25 % de crecimiento del 2007), la morosidad llegando a un record histórico por encima del 10 % y los precios de la vivienda acelerando su caída. La mejora, notable, de la balanza comercial se debe tanto a la caída de las importaciones, resultado del menor consumo, que al aumento de las exportaciones que refleja la mejora en la competitividad consecuencia de la caída en los costes laborales.
Pero hay que reconocer que Rajoy tiene sus razones, domesticas y externas, para resistirse a pedir ayuda. En primer lugar porque no está clara la respuesta que recibiría de Alemania dadas las reticencias de Merkel para aplicar lo acordado y sus crecientes desacuerdos con Hollande acerca de la prioridades europeas. En realidad las señales que manda Berlín a Madrid son más bien de que no lo pida porque en vísperas electorales empieza a saturarse la capacidad del Bundestag de aprobar otro “rescate”
Y por supuesto están los condicionantes derivados de las elecciones regionales en España. Es muy poco probable que las condiciones de la ayuda del ESM no contengan alguna clausula relativa a la pensiones que como es lógico Rajoy desea evitar antes de que se vote en Galicia, una de las regiones donde es mayor el peso de las pensiones en el total de la renta disponible. El precedente de Andalucía debe pesar mucho en la toma de esta decisión.
El problema es que si la prometida intervención del BCE se atrasa, los mercados pueden perder la paciencia. Y si tenemos que pedir ayuda en una situación de pánico, las condiciones que nos van a poner serán más duras todavía. Y ello aunque nuestro nivel de endeudamiento público, 90 % del PIB, siga sin ser comparable al griego, que ya llega al 200 % a pesar de todos los planes de austeridad, y muy parecido al francés o al alemán. Lo que preocupa no es la cuantía sino el ritmo de crecimiento de nuestra deuda. Antes de la crisis, en el 2007, estábamos en una situación modélica del 40 % pero en el 2013 llegara casi al 100 % si, como parece, Merkel retrasa la supervisión bancaria centralizada en Europa, que era la condición para que la ayuda a los bancos les llegue directamente en vez de transitar por el Presupuesto engordando nuestro endeudamiento en 4 puntos del PIB.
Ningún otro país ha incrementado su nivel de endeudamiento a este ritmo. La causa es la caída brutal de la actividad, los altos tipos de interés y el coste del salvamento bancario. En estas condiciones es difícil que los aumentos nominales de impuestos se traduzcan en los correspondientes aumentos de recaudación, especialmente en el caso del IVA. Se olvida que la recaudación el producto de un tipo por una base imponible y que los aumentos de los tipos pueden disminuir los niveles de consumo de manera que lo que se consigue sea aumentar la inflación más que la recaudación.
Lo cual hace temer que a pesar de todas las medidas de austeridad nadie crea que con esta economía deprimida sea posible alcanzar el objetivo del déficit del 6,3 % del PIB.Y mas medias de austeridad no harán sino aumentar la recesión como hasta el FMI advierte una y otra vez. Es curioso ver como por primera vez los sindicatos y el FMI están de acuerdo.
Así crece la frustración por la actitud alemana. Una vez más, como en la primavera del 2010, las razones de política interior alemana están bloqueando las decisiones que Europa necesita. Y el euroescepticismo empieza a afectar a países como el nuestro que siempre había considerado a Europa como la solución y que había acogido al euro con menos dudas que nadie. En cambio ahora las encuestas empiezan a señalar esa desafección: según la del Trasantlantic Trends citada por el International Herald Tribune un 57 % de españoles piensa que el euro ha sido malo para nuestra economía.
Es la consecuencia de los efectos que los recortes en los servicios y rentas públicas y la recesión general de la economía están teniendo en la estructura social de países como Grecia y España, empujando a las clases medias y a los pensionistas a la pobreza y a los trabajadores, especialmente los jóvenes a la precariedad.
Y al mismo tiempo Alemania está ganado poder político y sacando ventajas económicas de esta situación. Su capacidad de decisión aumenta frente a otros Estados debilitados por la crisis y se financia prácticamente gratis ahorrándose en costes financieros de la deuda mucho más de lo que le pueden costar las operaciones de rescate. En estas circunstancias lo normal es que aumenten las discrepancias con la Francia de Hollande como se ha puesto de manifiesto en los prolegómenos del Consejo Europeo de este fin de semana cuyas conclusiones habrá que analizar en la siguiente crónica.