Esperando a Hollande
El Consejo Europeo ya ha aprobado el Tratado que impone más disciplina fiscal. La inyección de liquidez del BCE ha reducido las primas de riesgo y alejado el espectro de una crisis bancaria. El pacto de Grecia con sus acreedores, por el que estos pierden más de 100.000 millones de sus inversiones en Deuda griega, no ha provocado ninguna inquietud ni síntomas de contagio a otros países. Por todo ello se empieza a decir que la crisis ha terminado o que lo peor ya queda atrás.
Y sin embargo el endeudamiento de Grecia sigue siendo insostenible. La recesión se agrava en España y Portugal. Y el BCE no puede seguir inyectando liquidez indefinidamente para mantener a flote a los bancos y a las Deudas públicas de la eurozona. Y aunque lo hiciera no bastaría para resolver el problema porque no ataca sus raíces. El BCE esta ganado tiempo, y ya es mucho, pero seguimos sin saber en qué vamos a emplear ese tiempo. Si es para esperar que la confianza vuelva, estamos listos. Me temo que la recesión que vamos a sufrir impedirá reducir los déficits y la famosa confianza redentora seguirá brillando por su ausencia.
El problema de la economía española es el excesivo endeudamiento privado. Según Eurostat a finales del 2010 la deuda de las familias y de las empresas no financieras era casi el 230 % del PIB. Tiene necesariamente que producirse una disminución de ese nivel de endeudamiento, con el consiguiente efecto depresivo sobre la actividad. Al mismo tiempo el sector público tiene que reducir su déficit desde el 8,5 % del 2011 al 5,3 % en el 2012 y el 3 % en el 2013. Aunque para el 2012 el ajuste no es tan severo como el 4,4 % inicialmente exigido por Bruselas, en dos años Rajoy tiene que efectuar un ajuste de 5,5 puntos del PIB. Un esfuerzo gigantesco, prácticamente imposible en medio de una caída estimada del PIB del 1,7 % este año.
El desendeudamiento simultáneo del sector público y del sector privado es de tal magnitud que la actividad no podrá recuperarse ni este año ni el que viene ni probablemente en toda una década. La respuesta europea a esta imposible aritmética económica sigue siendo que la reducción del déficit y las reformas estructurales recuperaran la confianza de los inversores y con ella el crecimiento arrancara de nuevo. Y nos ponen como ejemplo a la Italia de Monti en la que el anuncio de reformas liberalizadoras ha significado una disminución de las primas de riesgo. En realidad ese efecto no se debe a Don Mario de Roma sino a Don Mario de Frankfurt y su barra libre de liquidez para los bancos. Lo mismo se puede decir de las reformas laborales, como la española. A corto y a medio plazo no tendrán ningún efecto positivo sobre el empleo.
Otra variable clave del escenario económico español es la evolución del mercado inmobiliario. Nuestra burbuja era mayor que la de otros países pero los precios han caído menos. Desde el pico alcanzado en agosto del 2007, apenas un 22 % mientras que en EE.UU. los efectos del boom en los precios ha sido ya prácticamente corregido. Es razonable esperar que en España sigan cayendo hasta volver a los niveles de mediados-finales de los 90. Eso quiere decir que la disminución del valor patrimonial deflactará el consumo. La situación de los balances de los bancos empeorará a medida que aumenten los impagos y el valor de los activos. El Gobierno ha obligado a los bancos, con buen sentido, a sanear sus balances por 50.000 millones de euros por la depreciación de sus activos inmobiliarios. Pero esa cifra se queda muy corta. Se corresponde con un escenario de caída leve de los precios corregida por el inicio de la recuperación económica. Pero, por lo que antes argumentaba, esa recuperación no se producirá si todos los agentes disminuyen a la vez su actividad. Lo más probable es que la situación de los bancos siga deteriorándose. El test vendrá de su capacidad de obtener financiación en los mercados de capitales internacionales y de volver a financiar la actividad económica. Hay algún signo positivo como el éxito del Santander en su emisión de 1.000 millones de bonos. Pero de momento nuestros bancos son los más dependientes de la liquidez suministrada por el BCE.
Queda el gran problema de la recuperación de la competitividad vía reducción de los costes salariales unitarios (csu). Desde que empezó la época del euro, a finales del 2008, hasta finales del 2009 los csu españoles han crecido un 38 % mientras que en el conjunto de la eurozona han crecido un 23 %. Pero el ajuste está empezando a producir efectos. En los dos últimos dos años han caído un 4 % y este año pueden caer un 5 %. Un par de años más a este ritmo y se habrá corregido la desviación. Pero al precio de deprimir la demanda interna. Para que el aumento de las exportaciones equilibre la situación haría falta que otros países europeos aumenten su demanda y aquí todos miran a Alemania. Sólo si los alemanes consumen más la eurozona puede corregir sus desequilibrios macroeconómicos. Un poco de lucha de clases en Alemania que aumentase los salarios nos vendría muy bien a los españoles y las demás economías deprimidas de Europa.
Mientras tanto, el ajuste fiscal debería ser más suave y posponerse hasta que se hubiese efectuado la mayor parte del desendeudamiento privado. Todos a la vez no puede ser. Si nos empeñamos, o nos empeñan, en seguir por ese camino entraremos en un proceso acumulativo de depresión-endeudamiento-depresión que nos llevará a un escenario parecido al de Grecia. Y no seremos los únicos. Por eso es tan importante un cambio de paradigma económico en la forma en la que se ha efectuado el diagnóstico de la crisis y en las terapias que se están aplicando. Eso sólo puede venir de un cambio en la relación de fuerzas políticas en Europa. Y eso sólo puede venir de un triunfo de Hollande en las próximas elecciones presidenciales francesas. Hollande ya ha anunciado que no ratificará el Tratado sobre la disciplina presupuestaria si no se le añade un pacto sobre el crecimiento. Por eso las elecciones francesas tienen una enorme importancia para nuestro futuro y el futuro de Europa.