Los dinosaurios se extinguieron en primavera. En plena floración, en plena etapa reproductiva, en plena eclosión de la vida, cuando las crías empezaban a adaptarse al medio. Sí. La primavera estaba en pleno esplendor en el hemisferio Norte cuando un asteroide impactó en lo que hoy es la península del Yucatán (México). Y ese asteroide se llevó por delante dinosaurios no avianos, pterosaurios, ammonites. También a la mayoría de los reptiles marinos que entonces habitaban el planeta.
Era conocido que todo esto ocurrió hace 66 años, también el lugar donde se produjo el impacto y, por supuesto, las consecuencias que produjo el impacto. Lo que se sabe ahora, según una investigación de Nature, es que todo ocurrió en primavera. La última primavera del Cretácico, de la era Mezozoica.
El impacto del asteroide provocó un movimiento de la placa continental y generó olas de 10 metros de altura en un mar poco profundo que entonces se extendía por lo que hoy es el Sur y el Este de Estados Unidos. Las olas se desparramaron sobre el valle de un río de un inmenso territorio que hoy conocemos como Dakota del Norte. A su paso, las ingentes cantidades de sedimento arrastradas por el agua, enterrando en vida, bajo barro y arena, millones de organismos. La ola se retiró y quedó, al fin, el sitio de Tanis.
Un equipo de científicos ha analizado esturiones y peces paleta fosilizados de este yacimiento. Restos relativamente bien conservados. Sus espinas apenas sufrieran alteraciones geoquímicas. Dice el estudio que no tenían signos de alteración geoquímica, que las esférulas -perlas de vidrio- caídas del cielo tras el impacto seguían adheridas a sus branquias y que, incluso, se conservaban algunos tejidos blandos.
Los científicos descubrieron que las espinas de los peces registraron un crecimiento estacional muy parecido al de los árboles, añadiendo una nueva capa cada año en el exterior del hueso, explicó Sophie Sánchez, de la Universidad de Uppsala (Suecia), informa Efe.
Los anillos de crecimiento recuperados "captaron la historias de la vida de los peces y la última estacionalidad del Cretácico y, con ello, la estación en la que se produjo la extinción catastrófica", dijo Jeroen van der Lubbe, de la Universidad Libre de Ámsterdam.
La distribución, la forma y el tamaño de las células óseas, también fluctúan con las estaciones. Y esto es una prueba más a tener en cuenta en las conclusiones del estudio. Así, el estudio dice que tanto la densidad como los volúmenes de las células estaban en aumento, pero añade que aún no habían alcanzado su punto máximo en el momento en que se produjo la muerte de los peces.
Estos, según Dennis Voetem, de la Universidad de Uppsala, implica que "el crecimiento se detuvo de forma abrupta en primavera".
Uno de los peces pala estudiados fue sometido a un análisis de isótopos estables del carbono para revelar su patrón de alimentación anual. La disponibilidad de zooplancton, su presa preferida, oscilaba estacionalmente y alcanzaba su máximo entre la primavera y el verano.
La señal de isótopos de carbono en el registro de crecimiento del pez confirma que la temporada de alimentación aún no había llegado al máximo. "La muerte se produjo en primavera", infiere Melanie During, de la Universidad de Uppsala.
Puesto que la extinción debió comenzar abruptamente durante la primavera del hemisferio norte, "empezamos a comprender que este acontecimiento tuvo lugar durante etapas vitales especialmente sensibles de los organismos del Cretácico más tardío, incluido el inicio de los ciclos de reproducción", agrega.
Y como el otoño del hemisferio sur coincide con la primavera en el norte, la preparación para el invierno puede haber protegido a los organismos del hemisferio sur. De hecho, los ecosistemas del hemisferio sur parecen haberse recuperado hasta dos veces más rápido que los del hemisferio norte, señalan los autores.
"Este hallazgo crucial”, destaca During, “ayudará a desvelar por qué la mayoría de los dinosaurios murieron, mientras que las aves y los primeros mamíferos consiguieron eludir la extinción".