Una de las características que distingue a los seres humanos es su inclinación para ayudarse entre ellos. De hecho, esta actitud prosocial ha sido uno de los factores fundamentales que ha hecho que el Homo Sapiens haya conseguido alcanzar las civilizaciones modernas. Una cualidad que el filósofo Aristóteles (siglo IV a.C.) destacó en la frase “el hombre es un ser social por naturaleza”, confirmando de esta manera que nacemos con la peculiaridad social y la desarrollamos a lo largo de nuestra vida porque necesitamos del otro para sobrevivir. Sin embargo, ese afán por asistir al semejante parece que se reduce cuando existe pérdida de sueño. Esta es la principal conclusión a la que ha llegado un equipo de investigadores del Centro para la Ciencia del Sueño Humano del departamento de Psicología de la Universidad de California en Berkeley.
El estudio, publicado en Plos Biology con el título “La pérdida de sueño conduce a la retirada de la ayuda humana entre individuos, grupos y sociedades a gran escala”, es el resultado de tres investigaciones replicadas, cuyos participantes son voluntarios sanos que duermen bien y que no presentan ningún trastorno de sueño. El seguimiento ha tenido lugar observando tres escalas: individual, grupal y social global. A nivel individual, una noche de insomnio desencadena la retirada de ayuda de un individuo a otro por la desactivación de nodos clave dentro de la red cerebral de cognición social que facilita la prosocialidad; a nivel grupal, la reducción del sueño a lo largo de varias noches predice la reducción correspondiente al día siguiente en la elección de ayudar a otros durante las interacciones del día a día; y a nivel nacional a gran escala, la hora perdida por la transición al horario de verano reduce la ayuda altruista del mundo real a través de actos de donación.
Nuestro cerebro posee unos circuitos neurales especialmente dedicados a la conducta social, conocidos como red neural de cognición social, situados en la corteza prefrontal, el hipocampo, la zona de unión entre la corteza temporal y parietal y el núcleo precuneus, entre otros. José Luis Trejo, investigador científico del Instituto Cajal de Madrid en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (IC-CSIC), explica que en estos procesos cognitivos destaca el papel determinante de las neuronas espejo: “para que se produzca conducta social se necesita el funcionamiento de esta red, así como de las neuronas espejo, puesto que uno de los pilares fundamentales de la conducta social es, primeramente, el reconocimiento y la identificación del estado de ánimo de los demás y de sus necesidades y, en segundo lugar, empatizar con esos sentimientos. Estos dos procesos determinan la base en torno a la cual se coordina la conducta social en el cerebro humano”.
La investigación evidencia que la falta de sueño disminuye la tendencia y la efectividad de la conducta social. De este artículo, José Luis Trejo destaca que, “a escala individual, esta pérdida de capacidad de relación social tiene lugar a unos niveles muy básicos y elementales, puesto que esa pérdida de relación social se produce del mismo modo con familiares que con extraños, lo que indica que la asociación entre la falta de sueño y el funcionamiento de la red de cognición social está funcionando a un nivel muy primario”.
Para el investigador del IC-CSIC, la parte más controvertida de este análisis se encuentra en la que hace referencia a la pérdida de una hora para dormir como consecuencia de la manipulación del horario de verano (DST) y en cómo afecta a nuestra disposición a ayudar. En su opinión, “en la evaluación de la relación social de los sujetos acerca del día del cambio horario pueden intervenir una enorme cantidad de variables, que son muy difíciles de analizar con este diseño experimental. De este modo, serían necesarios más estudios y diseños experimentales más complejos para cerciorarse de que esto es así”. A pesar de ello, este investigador científico asegura que, “en el ámbito nacional, el estudio va en consonancia con los resultados obtenidos a nivel de pequeño grupo e individual, lo que confiere una mayor calidad y capacidad prospectiva a la publicación”.
El sueño es un proceso fisiológico de vital importancia para la salud integral del ser humano. Tanto es así que si permaneciéramos más de setenta y dos horas sin dormir estaríamos arriesgando nuestra vida. Por ello, los expertos aconsejan poner en práctica una buena rutina de sueño. Francesca Cañellas, psiquiatra y miembro del Grupo de Trabajo de Insomnio de la Sociedad Española del Sueño (SES), declara que “al igual que dedicamos momentos de nuestra jornada a ir al gimnasio o a leer un libro, necesitamos darnos tiempo suficiente para dormir que, en el caso de personas adultas, sería de una media de siete u ocho horas”. Para valorar de manera práctica las horas que vamos a dormir, esta experta aconseja pensar a qué hora tenemos que levantarnos y calcular ocho horas si queremos dormir al menos siete. Para alcanzar el sueño, Francesca Cañellas recomienda no mirar dispositivos móviles, terminar de cenar dos o tres horas antes de irse a acostar, que la cena sea ligera pero no tanto como para acostarse con sensación de hambre, evitar el consumo de estimulantes como café o té, sobre todo por la tarde, y no consumir alcohol, ya que este tipo de bebidas produce despertares. Para finalizar la jornada antes de ir a dormir, la miembro del Grupo de Trabajo de Insomnio de la SES considera importante “darse un tiempo para pensar en la jornada del día siguiente, cerrar el día y después acostarse”.