Entre el 20 y el 25 por ciento de los españoles tiene hígado graso, una enfermedad relacionada con la obesidad y la diabetes que es reversible fácilmente si se detecta antes de que haya causado daños con la pérdida de peso y la eliminación del consumo de alcohol y de comida basura.
La Asociación Española del Estudio del Hígado (AEEH), que celebra estos días su congreso nacional, ha alertado este miércoles de que el hígado graso, una enfermedad bastante desconocida entre la población general y también entre los sanitarios, se está convirtiendo en la principal causa de enfermedad del hígado y representará en diez años la primera causa de cáncer y de trasplante hepáticos.
En Estados Unidos la Enfermedad Hepática Metabólica (EHmet) o esteatosis hepática ya es la primera causa de trasplante. “Y vamos en la misma dinámica, un porcentaje significativo de nuestros niños va a tener obesidad”, ha explicado hoy en una rueda de prensa el presidente de la AEEH, José Luis Calleja.
Lo más alarmante es que esa enfermedad es fácilmente reversible si se detecta a tiempo, porque el hígado, ejemplifica Calleja, es muy agradecido, y si lo cuidas a tiempo vuelve a recuperar su función. Siempre, claro está, que no haya generado previamente daños significativos. Si se diagnostica en fases avanzadas, cuando han progresado a fibrosis o, en el peor de los casos, a cirrosis, sí que se vuelve difícil la reversión del daño hepático.
Pero el problema del hígado es que es asintomático hasta la fase final, y cuando el hígado da síntomas el daño es ya prácticamente irreversible.
Sin plan nacional de cribado
Por eso, los expertos llaman a reforzar las políticas de prevención y detección precoz porque no existe ahora mismo un plan nacional de cribado. Solo se hace seguimiento de aquellos pacientes que ya tienen una enfermedad hepática avanzada.
¿Y cómo se detecta el hígado graso? “Las dos maneras más frecuentes de detectarlo es con una ecografía abdominal en la que se ve un hígado brillante o una alteración de las transaminasas en una analítica”, explica Calleja.
El doctor lamenta que en muchos casos en los grupos de riesgo como los diabéticos o las personas obesas no se analicen las transaminasas ni se haga un seguimiento de los efectos en el hígado. “El 70 por ciento de los diabéticos tiene hígado graso”, apunta.
Una vez se ha detectado, el tratamiento se basa en la dieta. “Si uno baja el 10 % de su peso haciendo ejercicio y dieta hipocalórica desaparece prácticamente la grasa en el hígado”, dice, pero en realidad el 90 % de los pacientes no lo consiguen.
“En nuestro sistema sanitario no se establecen equipos multidisciplinares para ayudar a la población general a llegar a una vida sana. Si un médico le da un papel a un señor y le dice ‘coma usted menos’ pero no le ofrece apoyo psicológico, ni seguimiento ni tiempo le aboca a un fracaso”, lamenta.
Por eso los hepatólogos piden un tratamiento holístico de la obesidad y el sobrepeso, que debe además ir acompañado de medidas políticas, porque, explica este doctor, es difícil de revertir la epidemia cuando comer sano resulta tan caro que algunos pacientes no se pueden permitir una dieta equilibrada.
Las sociedades científicas se han puesto manos a la obra y planean presentar después del verano un documento que ponga al hígado en la agenda pública para empezar a buscar soluciones a este problema.