Julio Verne imaginó las profundidades marinas surcadas por el Nautilus repletas de vida. Casi dos siglos después de aquellas maravillosas 20.000 leguas de viaje submarino, el ingeniero italiano Sergio Gamberini ha soñado en el mismo lugar el futuro de la agricultura y lo ha convertido en realidad. Nemo's garden (el jardín de Nemo) se llama. En la práctica, un gran huerto bajo el mar dedicado al famoso capitán donde crecen ya centenares de plantas. Es la primera granja submarina del mundo.
A la vista son una especie de lentillas gigantes, nueve grandes cápsulas presurizadas que denominan "biosferas" con 2.000 litros de capacidad cada una. Están ancladas en las profundidades del golfo ligure, en la Bahía de Noli, cerca de Génova. Dentro tienen una estructura rígida y circular de dos metros de diámetro. Ahí se distribuyen los cultivos que crecen gracias a un sofisticado sistema hidropónico, un método que permite cultivar plantas utilizando disoluciones minerales en lugar de suelo agrícola.
Lo que hoy es un invernadero submarino de 140 metros cuadrados comenzó siendo casi una apuesta. En el verano de 2012, Sergio Gamberini, fundador de la conocida empresa de equipos de buceo Ocean Reef Group, disfrutaba de unas vacaciones en la Riviera italiana con unos amigos. En una cena, salió a relucir su pasión por la jardinería. Y eso les llevó a hablar sobre cómo podría unirla a su otra pasión: el mar.
Se convirtió en un desafío. Puso la idea sobre la mesa. Los amigos, su familia, las familias de los amigos y los compañeros de su empresa arrimaron el hombro y se pusieron a desarrollar la start-up, que hoy reúne un equipo interdisciplinar de 20 personas. El primer reto: cultivar la planta imprescindible en la gastronomía de la Liguria, la albahaca, el ingrediente principal de su famoso pesto.

Imagen exterior de una de las biosferas del Jardín de Nemo.
Más de 600 cultivos
"Al principio parecían un globo. ¡Eran un globo! Una bolsa fabricada en plástico transparente que podría enviarse fácilmente a todo el mundo ocupando un volumen mínimo. No había estructura interna. Dentro colocamos pequeños contenedores con tierra. Tuvimos que regar manualmente, cuidar la planta, el espacio era limitado, no había sensores, ni ventiladores...", recuerda Luca Gamberini, el hijo del ingeniero y cofundador del Nemo's garden.
Consiguieron hacer crecer la albahaca bajo el mar. Y con ella, la granja submarina. Las dos primeras biosferas son ahora nueve. Una década después, han cultivado casi un centenar de especies de plantas diferentes. En sus aguas florecen hoy más de 600 cultivos. "En estos años hemos desarrollado un DWC, un sistema de cultivo en aguas profundas", explica a Republica.com. "Las biosferas replican el ciclo normal del agua a microescala".
La diferencia de temperatura entre el interior y el exterior provoca la condensación de la humedad contenida en el aire, dentro de la burbuja, y ésta se transforma en agua dulce purificada. El sistema la recolecta y la utiliza para regar las plantas. La luz solar hace el resto (les llega porque se encuentran a unos 10 metros de profundidad).
"Las biosferas son volúmenes de aire confinado, sumergidas y ancladas al fondo del mar", explica Gamberini. "El mar que las rodea actúa como una enorme cuenca natural de energía térmica. Estas burbujas submarinas presentan una superficie de agua que intercambia gases entre el mar y el aire de su interior. Eso proporciona una evaporación natural de esa superficie de agua en el aire confinado arriba. Esta agua, que no contiene nutrientes, se puede utilizar para riego después de añadir una cantidad adecuada de fertilizante. Se han ideado diferentes soluciones para recoger agua dulce y reutilizarla para nuestros cultivos".

Interior de una de las biosferas del Jardín de Nemo.
Una alternativa sostenible
Las cápsulas están conectadas con cables al árbol de la vida, una estructura central. Gracias a eso miden las condiciones en el interior de las burbujas desde un centro de control en tierra firme: la temperatura del aire, la humedad, la temperatura del agua en circulación, los niveles de oxígeno, CO2 y de luz.
Los avances aplicados tras alianzas con empresas tecnológicas que se han sumado al reto permiten una suerte de autogestión. Todo está mecanizado. Cada biosfera está equipada con WiFi (ofrecen una conexión en streaming), cámaras de alta definición, iluminación eficiente y un sistema cerrado de circulación de aire, lo que fomenta un entorno ideal para el crecimiento de las plantas. Basta con los cuidados diarios de una persona, el "agronauta" (el agricultor de las profundidades marinas).
"Nemo's Garden es un sistema de invernadero submarino para la producción de superalimentos, plantas enriquecidas y únicas", explica Luca Gamberini desde su sede en Génova, "pero además es una alternativa agrícola sostenible al cultivo tradicional de plantas en tierra, un laboratorio de investigación submarino que estudia los efectos de ambientes extremos en el crecimiento y la fisiología de las plantas y una hermosa atracción turística".
"Hemos logrado demostrar que cultivar una planta bajo el agua es posible, que se puede replicar, que se puede hacer de manera sostenible o con una reducción masiva de la huella de carbono [el volumen total de gases de efecto invernadero que producimos], que puede ser un sistema exportable, que puede encajar en un lugar existente y que conlleva beneficios indirectos para el ecosistema local", subraya.
Efecto en el entorno marino
Las posibilidades se multiplican a medida que modernizan sus sistemas de producción y se superan las dificultades evidentes que implica cultivar bajo el mar. Han aprendido a aprovechar las variaciones de temperatura del agua y a prevenir algunos riesgos. Y a superar las dificultades que implica trabajar con electricidad en un entorno semejante.
Acaban de instalar una barrera de seis metros de largo y 1.800 kilos para estudiar las corrientes y flujos de agua inducidos por el movimiento de las olas. "Este verano hemos puesto en marcha un sistema de detección de la velocidad del agua cerca de la barrera sumergida, explorando la posibilidad de aprovechar la energía ambiental para lograr una autonomía energética completa para nuestro proyecto piloto".
La sostenibilidad es otra de las virtudes del jardín de Nemo. Se alimenta con energía solar, su aislamiento evita que necesiten pesticidas, produce oxígeno y eliminar anhídrido carbónico, favorece un proceso natural de desalinización, lo que reduce la necesidad de consumir energía para proporcionar agua dulce a las plantas.... y no contamina su entorno. "La granja submarina tiene una interacción mínima, si no nula, con el entorno marino y los ecosistemas relacionados, con excepción de un efecto positivo de refugio para apoyar la repoblación de las áreas marinas circundantes", sostiene la start-up.
"Al actuar como refugio para pequeños organismos, las biosferas atraen naturalmente una cadena alimentaria que se desarrolla con bastante rapidez sobre ellas y a su alrededor, repoblando los alrededores de forma muy parecida a un bosque de arrecife artificial", explica Gamberini. "La vida marina circundante también está floreciendo. El laboratorio submarino del Jardín de Nemo se ha convertido en un ecosistema vibrante que atrae una gran riqueza de biodiversidad marina. Hay bancos gigantes de anchoas que nadan alrededor, subrayando aún más la convivencia armoniosa entre nuestro proyecto innovador y la naturaleza".
Atrás queda el devastador invierno de 2018, en el que sufrieron los efectos de una de las mayores tormentas registradas en el Mediterráneo, con olas de 10 metros (hoy desmontan una parte de las cápsulas después del verano para evitar el peligro). Al contrario que los cultivos tradicionales, estas plantas no están expuestas a la amenaza del granizo o las lluvias torrenciales, pero crecen gracias a la luz solar y el clima sobre la superficie terrestre también les afecta.
Más aceites esenciales
También las propiedades son diferentes: un análisis realizado por el instituto de investigación CeRSAA descubrió que la albahaca submarina tenía el mismo sabor que la cultivada en tierra, pero las hojas contenían más aceites esenciales, 72,94% frente a 57,13% del cultivo tradicional.

Algunos de los cultivos del Jardín de Nemo.
"En 2014 cultivamos la primera lechuga. Hicimos pesto con nuestra albahaca y nos comimos la primera ensalada submarina", rememora Luca Gamberini. "Un año después, ya teníamos más de 30 cultivos diferentes". Hoy saben que bajo el mar pueden crecer albahaca verde, albahaca roja, rúcola, lechuga, tomates, calabacines, judías, guisantes, fresas, hierbas como menta, orégano, salvia, tomillo, cilantro, stevia, flores comestibles, aloe vera, setas, tabaco...
La cosecha les permite no sólo vender una parte, sino que han comenzado a utilizarlas para fabricar sus propios productos. Lo último son los bombones con hojas de sus plantas aromáticas. Y experimentan con el cultivo de plantas para aplicaciones cosméticas y farmacéuticas. La financiación llega también a través del alquiler de una parte de la estructura a estas empresas.
Además, han exportado ya sus equipos para crear nuevas granjas submarinas en otros países. "Hay jardines de Nemo en Bélgica y en Mauricio", puntualiza Luca Gamberini. "Y acabamos de cerrar un acuerdo para instalar el Nemo's Garden de Estados Unidos en Gilboa Quarry, un prestigioso destino de buceo situado en Ohio".
El 70% del planeta
Lo único que no ha cambiado desde que Sergio Gamberini empezó a soñar con unir sus pasiones por el buceo y la jardinería es el ambicioso objetivo del proyecto. "Se trata de crear un sistema alternativo de agricultura, especialmente dedicado a aquellas áreas donde las condiciones ambientales, económicas o morfológicas hacen extremadamente difícil el crecimiento de las plantas", declara su hijo.
"El objetivo es crear un sistema que utilice los recursos naturales ya disponibles. El microclima y las condiciones térmicas dentro de las biosferas son óptimas para el crecimiento de las plantas y el rendimiento de los cultivos y a diferencia de un invernadero convencional no requieren fuentes de energía adicionales".
La lógica es aplastante. El 70% de nuestro planeta está compuesto por agua, así que los océanos ofrecen posibilidades inalcanzables sobre la tierra firme. "Las biosferas se pueden instalar en un 'espacio no utilizado', en un enorme espacio disponible en una tierra dañada por la huella de la agricultura tradicional, que consume el 70% del agua dulce en todo el mundo", destaca el cofundador del jardín de Nemo.
"Nuestro sueño es que esta tecnología se utilice a lo largo de las costas de todo el mundo, reduciendo CO2 en los océanos, cultivando alimentos para las zonas costeras, limitando la necesidad de aumentar la tierra cultivable disminuyendo la presión sobre recursos escasos". añade Luca Gamberini.
La ONU calcula que en los próximos 20/30 años el mundo necesitará un 50% más de alimentos, consumirá un 45% más de energía y utilizará un 30% más de agua para mantener una población global que superará los 9.000 millones de habitantes.