Convengo emprender el presente legajo manifestando a vuestras mercedes que no he tenido la posibilidad de hallarme con ninguno de los cinco manuscritos rubricados por el bachiller Pérez-Reverte; que de buena tinta sé circulan por los mesones de la capital del imperio. No habiendo encontrado el santiamén ni la apetencia de observarlos, he de decir en mi defensa que a las citadas obras del escribano bachiller le acontece lo mesmo que a los garbanzos del terruño galveño: no rematan. Ruego al cielo perdone mi osadía al juzgar la presente obra artística a la vez que imploro rectitud en mi juicio y obra para que sea de provecho a quienes lo leyeren.
Los acaecimientos que refiere la película en buena hora titulada Alatriste han sido ambientados en la España Imperial del siglo XVII. Diego Alatriste combate en las frías tierras de Flandes. Tras una emboscada neerlandesa, su fiel compañero Balboa cae herido de muerte. Su última voluntad consiste en que atienda a su zagal Iñigo y lo aparte del oficio de las armas, que tantos peligros conlleva.
A su retorno a Madrid, Alatriste se topará con un imperio agonizante. Esa España en la que Quevedo y Góngora escriben versos, Velázquez pinta obras maestras del arte universal y Lope de Vega estrena comedias en los corrales de Madrid. La corte de Felipe IV persiste subyugada a las intrigas y la corrupción; manipulada a capricho por el Conde Duque de Olivares, apoyado por el brazo ejecutor de la Santa Inquisición.
Alatriste malvive vendiendo su espada a tanto la estocada hasta el día en que se ve envuelto en una de estas intrigas cuando es contratado por el inquisidor Emilio Bocanegra junto a otro mercenario, el italiano Gualterio Malatesta, para dar muerte a dos misteriosos herejes que viajan de incógnito a Madrid. El destino de Alatriste quedará marcado cuando, intuyendo algo turbio en el siniestro encargo, decide perdonar la vida a los dos extranjeros y enfrentarse a Malatesta que estaba dispuesto a terminar el trabajo. Esa noche se ganará un enemigo para toda la vida.
Cuando Alatriste descubre a quién ha salvado la vida, entiende que tendrá que enfrentarse a fuerzas demasiado poderosas para combatirlas con la espada. Pero no estará solo, la bellísima Maria de Castro, sus inseparables compañeros en el campo de batalla y sobre todo Iñigo, ahora casi un hijo para él, serán el apoyo incondicional del Capitán.
El proyecto Alatriste se inició en 2.003. Para la ejecución de la película se han llegado a elegir hasta 97 localizaciones diferentes, se ha construido de forma parcial un galeón de 35 metros de eslora por 8,5 de manga, diseñado por Benjamín Fernández, director de arte de la película. La producción llegó a tener algunos meses un total de 429 nóminas.
La batalla rodada cerca del monasterio de Uclés tardó dos semanas en acabarse y para ella su usaron hasta 600 figurantes caracterizados. Para esta recreación se usaron 25 cabalgaduras fijas diariamente y en ocasiones se utilizaron hasta 100 caballos con sus jinetes y cuadras.
Hay unos puntos que me gustaría que le quedasen claros al director del film: que la lentitud, por muy espléndida que sea la fotografía produce aburrimiento en el espectador, que los saltos en el tiempo y en el espacio están muy bien pero para películas de ciencia ficción… Alatriste tan pronto están en Madrid, que en Cádiz o en Flandes y no sabemos porqué. Que es posible que haya una parte del público que no se haya leído los cinco libros y que quiera ver la película y enterarse de algo que no sea la sucesión de imágenes bonitas y bien hechas. Es decir, no basta con arrancar las páginas que te resulten más interesantes y grabarlas. Además es interesante (por lo pésimo del resultado) que los guionistas han perdido totalmente el sentido literario histórico que borda Pérez Reverte y que desmerece mucho en la cinta, quizá por hacerla más comercial han metido la pata. El lenguaje utilizado es muy actual, demasiado.
En cuanto al reparto de actores agarraos los machos porque creo que traigo para casi todos:
Viggo Mortensen, es la superestrella de la cinta, no sabemos por qué ha querido hacer un acento que no es el suyo. Hay veces que no se entiende lo que dice, habla como si sus estancias en Flandes le hubiesen pasado factura con el acento. La caracterización es perfecta, va en plan torero, chulo, cagándose en todo y enfrentándose a todos. Sin embargo le falta cierta amargura que se le supone al personaje. Y la cicatriz de la cara parece lo que es: una calcomanía.
Ariadna Gil destroza sin compasión ni extrañamiento a su Diana querida, que ni comía ni dejaba comer. Voz pastosa, falta de ritmo y expresión impropia de una actriz de su talla en la secuencia de la representación teatral.
Blanca Portillo, ¿hacía falta que una mujer encarnase el papel de un hombre? Precisamente por ser una actriz bastante conocida en nuestro país imagino que han querido brindarle un papelón. Ella no ha conseguido dotarlo de la fiereza necesaria para un inquisidor general del Reino de Castilla. Se nota a la legua tanto por la voz como por las facciones que es una mujer. La caracterización es de carnaval y en ningún momento tenemos la sensación de estar ante un auténtico inquisidor. Su feminidad le sobresale por el hábito de dominico.
A Juan Echanove le queda muy grande el papel de Don Francisco Quevedo y como consecuencia en ocasiones no llega al nivel de interpretación que se espera y el resto del tiempo sobreactúa. De hecho, en las escenas con Alatriste se hace muy “chiquitito”.
Elena Anaya destroza su papel, por otra parte totalmente diferente al de la Angélica de los libros. Si bien la actriz que interpreta al personaje en su niñez consigue dotarlo de gran fuerza y desprecio por Íñigo, el de Anaya es un trabajo plano que no alcanza la profundidad necesaria tanto por la mala interpretación que hace como por el vacío general que nos regala el señor Díaz Yanes (entiendo que en dos horas y media no da tiempo a desarrollar una historia tan compleja pero no es suficiente excusa). Destacar en este punto el desnudo gratuito de Anaya con una frase que marca por lo ridícula y carente de emoción: “Iñigo, tengo miedo”.
Pilar López de Ayala, con lo que vale esta mujer es una pena que intervenga en tan solo dos escenas y tenga un papel tan poco importane. Mi humilde opinión: si hubiesen cambiado a Elena por Pilar, otro gallo cantaría.
Eduardo Noriega en su papel de Conde de Guadalmedina, sobre todo al principio de la película no parece un hombre del siglo XVII. Sin embargo, a medida que pasan los años (veloces como estocadas) va ganando en aplomo y grandeza de España.
Pero es que Unax Ugalde sólo tiene en común con Iñigo su ascendencia vasca. Por decir un par de cosas del actor baste con describir su mirada chulesca y perdonavidas poco concordante con el personaje literario o su caracterización, que deja mucho que desear con un pendiente que es un botón charro (¿?) y un jubón naranja más propio de Juan Pablo Gaultier que del siglo XVII. El estilo de lucha también es peculiar, puesto que si bien Viggo lo borda, Unax no ha aprovechado las lecciones magistrales de esgrima (estilo de lucha en plan torero contra Malatesta ¿a quién se le ha ocurrido?).
Los diálogos son bastante vacíos y en plan superproducción americana; mirando al infinito y soltando sentencias que no vienen a cuento. Creo que teniendo en cuenta la base literaria en la que se apoyan podrían haber trabajado un poquito más el guión. Igual es que las miras de proyección internacional han facilitado esta simplificación. Frases que suenan más leídas que dichas. Cierto hieratismo. En esto sólo se salvan Dechent y Fernández de todo el reparto.
El incauto que suscribe soñaba con ver grandes batallas épicas al más puro estilo del Señor de los Anillos protagonizadas por soldados de la época de esos que aparecen en los libros de historia. Una de dos (quien sabe si las dos): o el presupuesto se les ha quedado pequeño para contratar extras o alguien no ha sabido colocar las cámaras en las escenas de batalla. El resultado de ver que los legendarios ejércitos de España y Francia estaban formados por cuatro pelagatos (lo de España se puede entender) queda poco brillante y la puesta en escena es cuanto menos surrealista. Sobre todo esa imagen final de Alatriste tipo “pa chulo yo y mi pirulo”.
La fotografía de la película es perfecta, aunque en la batalla de Flandes tiene una iluminación gris azulada un poco extraña y artificial. Aún así es cierto que tenemos la sensación que estamos presenciando bellas obras pictóricas en movimiento. La escena del amanecer en casa de Diego Alatriste debería de ser objeto de estudio del uso de la luz en todas las universidades.
La banda sonora es correcta sin llegar a ser una obra de arte. Los temas se repiten a lo largo de diferentes momentos en la cinta y refuerzan la intensidad de los momentos que narra. Los efectos sonoros son correctos aunque podría haber sido algo más contundentes (sobre todo el ruido de los aceros).
No voy a concluir el artículo diciendo que estamos ante una mala película, eso sería engañaros y engañarme. Telecinco no ha tirado 24 millones de euros a la basura, seguro que los recupera gracias a la fenomenal campaña de marketing y al cuerpo actoral del film (y me refiero a todos no solo al señor Mortensen). Tengo la sensación de que el cine español ha vuelto a tirar por la borda de ese falso galeón la posibilidad de ponernos a la cabeza de séptimo arte europeo. Porque la historia merecía la pena.
Imagino que Pérez Reverte, que no es santo de mi devoción, lloró de rabia tras ver el pase privado con actores y director más que de emoción. Claro, que va a hacer sino defender a su hijo amado al que ha vendido por doblones de a ocho. Pesan más los millones de euros que la dignidad literaria.