No deja de resultar curiosa la capacidad que poseen algunos novelistas varones para crear impactantes personajes femeninos que parecen estar dibujados por una mujer. No se trata ya de su aspecto externo sino de su forma de ser, de su psicología íntima.
Es proverbial el caso de Gustave Flaubert, que decía "Madame Bovary soy yo" o el de Tolstoi y su Ana Karenina o, en la literatura española, el de Clarín y su Regenta.

Henry James
En esta línea se inscribe también el norteamericano Henry James (Nueva York, 1843-1916), un excepcional novelista y crítico de arte que se enamoró de la cultura europea y terminaría por instalarse definitivamente en Inglaterra.
Precisamente, el contraste entre sus compatriotas, ricos, inocentes y un tanto simples, y los europeos, cultos y refinados, es una constante en su obra. Así, por ejemplo, en Los europeos, donde se produce el choque entre los Wentworth, sajones puritanos, y sus parientes estadounidenses.
Pero, como decíamos, otro elemento primordial de la narrativa de James es la profundización psicológica en los personajes y, en especial, en los femeninos, como ocurre en Retrato de una dama, basada en una joven real, Isabel Archer, una muchacha norteamericana que se hallaba en Europa (de nuevo el contraste entre el Viejo y el Nuevo Mundo).
Frecuentemente, además, estos personajes femeninos pertenecen a la alta y remilgada sociedad del este de su país, cuyas concomitancias con la aristocracia británica eran bastante visibles.
Todos estos elementos se encuentran en la que algunos consideran su mejor novela, Washington Square, publicada en 1881 y que constituye una nueva versión de la figura de la joven poco agraciada a la que asedia el típico cazafortunas.
Catherine es una muchacha de buena posición y mejor situación económica que, en una fiesta, conoce a Morris Townsend, un vividor que cree hallar en ella la manera de hacerse rico.
Pero no cuenta con el padre de la joven, el doctor Arthur Sloper, una excelente creación de James: médico de profesión y filósofo de vocación, es inteligente y conoce el mundo. Por ello, rápidamente atisba las intenciones del interesado galán y, por supuesto, se opone a ellas.
La excepcional prosa de James, de largas frases, ritmo lento y abundante en descripciones y diálogos brilla en esta novela como en toda su creación, dándole un tono refinado.
En 1949, el no menos genial William Wyler realizó una adaptación cinematográfica de la novela con el título de La heredera. Olivia de Havilland fue la encargada de dar vida a Catherine y recibió un óscar por su interpretación.
podéis leer la obra aquí.
Fuente: Al Margen.
Foto: Henry James: Molosovsky en Flickr.