Define la crítica como teatro 'del absurdo' aquél desarrollado desde 1950, en que, a partir de situaciones y diálogos sin sentido, se denuncia desde planteamientos existenciales la situación del hombre en el mundo. Y presenta como creadores de él a Samuel Beckett, con su drama Esperando a Godot, y al francés Eugène Ionesco, con La cantante calva.
Sin embargo, no reparan –o, si lo hacen, no le confieren la importancia que merece- en un tipo de teatro que venía desarrollándose en España anteriormente y que, buscando la comicidad, planteaba situaciones no menos absurdas que aquél. Quizá el hecho de que se tratase de teatro cómico le restase valor a su entender.
No obstante, nos encontramos ante una de las reformas más audaces llevadas a cabo en la vertiente cómica del género teatral a lo largo del siglo XX. De hecho, tan avanzada era que no fue bien comprendida y sus creadores nunca se sintieron realmente valorados. Entre éstos se encontraban Álvaro de la Iglesia y 'Tono', pero sus dos máximos exponentes fueron el sin par Miguel Mihura y Jardiel Poncela. Además, el caso de éste último es particularmente triste, ya que la incomprensión de la crítica le llevaría a bordear la locura.
Y eso que Enrique Jardiel Poncela (Madrid, 1901-1952) llegó incluso a la Meca del cine. En efecto, lo brillante de su humor hizo que fuese contratado para trabajar como guionista en Hollywood, donde se adaptaron algunas de sus obras.
Todas ellas parten de un planteamiento inicial ingenioso e inverosímil, que desarrolla con geniales chispazos de humor a través del lenguaje para llegar a conclusiones no menos increíbles. Tal es el caso, por ejemplo, de Cuatro corazones con freno y marcha atrás, cuyos protagonistas hallan una pócima para lograr rejuvenecer.
Algo más realista en sus planteamientos –aunque no menos disparatada en su desarrollo- es Angelina o el honor de un brigadier, cuya protagonista, destinada a casarse con Rodolfo por imposición paterna, huye con Germán, una suerte de parodia del mito donjuanesco.
Perseguidos por el padre, el brigadier don Marcial, que además se entera de que su mujer también le fue infiel con Germán, son alcanzados y el cornudo brigadier se bate en duelo con el galán de pacotilla, al que hiere levemente. Pero, sin duda, lo más audaz de la obra es el desenlace, que no revelaremos.
Se trata, en suma, de una hilarante parodia del drama sentimental posromántico que, en manos de Echegaray y otros autores, tanto éxito había tenido a fines del siglo XIX. Sin duda, genial.
Podéis leer la obra aquí.
Fuente: Centro Virtual Cervantes.
Fotos: Café Gijón: Roberto García Fadón en Flickr | Estudio de Hollywood: Andrew en Picasa.
Anónimo
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