Indudablemente, una de las cualidades que debe poseer el novelista es la imaginación. Sin ella, difícilmente será capaz de inventar historias y, por excelente que sea su prosa, los relatos que escriba serán anodinos e insulsos.
Esta cualidad se hace aún más imprescindible en un autor de obras de aventuras o de ciencia-ficción. Y, si de estos hablamos, probablemente el más importante de todos los tiempos haya sido el francés Julio Verne (Nantes, 1828-1905). Por algo ha sido considerado –junto al británico Herbert George Wells- el creador de la moderna ciencia-ficción.
Además, no era Verne un mero inventor de artefactos fantásticos. Tenía gran afición por la Ciencia –de joven pasaba días enteros instruyéndose sobre ella en las bibliotecas de París- y estaba al tanto de los grandes adelantos que en ella se producían. De hecho, sus obras se encuentran plagadas de anticipaciones de máquinas que aún no habían sido inventados pero que no tardarían en aparecer: el submarino, el helicóptero o los ascensores, entre otros.
Pero Verne tenía, además, otra pasión: el mar. Por parte de su madre, pertenecía a una ilustre familia de armadores de barcos y él mismo poseyó tres yates con los que realizó numerosos cruceros. En una entrevista concedida en 1895, confesaba: "Soy un devoto del mar, no puedo imaginar nada más ideal que la vida de un marinero". Quizá, si su precaria salud se lo hubiera permitido, ésta hubiera sido su profesión.
En cualquier caso, su pasión por el mar se refleja en muchas de sus narraciones de aventuras. Es proverbial el caso de Veinte mil leguas de viaje submarino (en la que, por cierto, anticipa este tipo de embarcación) pero hay un sin fin de ellas: La esfinge de los hielos, La invasión del mar, Un capitán de quince años o Los hijos del capitán Grant son algunas de las más populares.
También Una ciudad flotante se desarrolla sobre las aguas. Publicada en 1870, cuenta la historia de Elena, quién se embarca con su marido Harry Drake a bordo del transatlántico Great Eastern rumbo a Nueva York.
Durante el trayecto se suceden diversas peripecias –incluida la aparición de un supuesto fantasma- pero la más importante de ellas es la rivalidad que se desencadena entre Drake y Fabian Mac Edwin quién, a la sazón, había sido el verdadero amor de Elena.
En suma, un ameno relato que contiene todos los rasgos habituales de las obras de Verne: aventura, concesiones a lo fantástico y un ritmo trepidante. Además, como curiosidad, se ha querido ver en esta ciudad flotante una anticipación del mítico Titanic.
Podéis leer la obra aquí.
Fuente: jverne.net.
Fotos: Titanic: Cliff 1066 en Flickr | Nantes: Johan.lojander en Picasa.
ricardo
que buena pagina
steven
buena página pero me gustaría que vinieran los libros completos no solo partes del libro