Nunca sabremos qué impulsó a un alto funcionario de la Corte de Luis XIV a escribir cuentos infantiles. Pero el hecho es que lo hizo y, con ello, legó a la posteridad algunos de los más bellos que jamás se hayan escrito, repletos, tras su aparente ingenuidad, de verdades profundas presentes en el alma humana.
Ese alto funcionario era Charles Perrault (París, 1628-1703) y procedía de una acomodada familia de la burguesía parisina. Por mediación de su hermano Pierre, se introdujo en la Corte para desempeñar cargos burocráticos pero de elevada posición.
El escaso trabajo que su puesto requería le permitió dedicar la mayor parte de su tiempo al estudio y la erudición. Y, como -en aquella Francia que comenzaba sus convulsiones- nunca participó en cuestiones políticas, pudo llevar una vida tranquila cuya única alteración fue su disputa con Boileau acerca de la literatura clásica y la moderna.
Pese a haber escrito un buen número de composiciones poéticas y eruditas, su fama se debe exclusivamente a la publicación, en 1697, de sus Cuentos de la mamá Gansa, compuesto por varios relatos infantiles inspirados en la tradición oral de su país y que han pasado a la posteridad en las mentes de niños de todos los tiempos y lugares. Todo el mundo conoce los cuentos de El gato con botas, La Cenicienta, Caperucita roja, Pulgarcito o La bella durmiente.
Todos ellos son relatos en que las fuerzas del mal atacan a las del bien y parecen imponerse, trayendo la desgracia. Pero, finalmente, éstas últimas terminan por vencer: la Verdad, la Justicia y la Bondad consiguen derrotarlas, a pesar de su poderosa fuerza.
La bella durmiente del bosque, en la versión de Perrault, contiene en realidad dos relatos en uno. A la conocida historia de la joven princesa que, hechizada por una perversa bruja, duerme hasta que es despertada por un apuesto príncipe y, tras casarse y tener dos hijos, viven felices, el francés añade una segunda parte que, en realidad, es otro cuento independiente.
El príncipe, ya Rey tras morir su padre, ha de partir a la guerra. Entonces, la Reina madre, que pertenece a la familia de los ogros, trata de comerse a sus nietos. Pero un hábil mayordomo la engaña sirviéndole animales que hace pasar por los niños. Cuando descubre la verdad, manda llenar un pozo con sapos y serpientes para arrojar en él a los niños y a la princesa. Entonces retorna providencialmente el joven Rey y los salva. La ogresa, desesperada, se suicida lanzándose ella misma al pozo.
Se trata, por tanto, de un cuento ejemplificante –el bien termina imponiéndose al mal- que constituye, como los restantes de Perrault, una excelente orientación educativa para los niños, que descubren en él valores positivos, así como literatura infantil de verdadera calidad.
Podéis leer la obra aquí.
Fotos: Charles Perrault: Metal.lunchbox en Wikimedia | Castillo de Usse: Lainestl en Flickr
psicologo salamanca
Me parece muy interesante esta página, seguiré visitándola asiduamente.
gali
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