El Papa Francisco ha encontrado la solución para alejar del Vaticano al incómodo y crítico secretario de Benedicto XVI: el cardenal Georg Gänswein será desterrado a una embajada. Y en un país que quede lejos de Europa. Las primeras filtraciones hablan de la Nunciatura de Costa Rica, a casi 10.000 kilómetros de distancia del estado pontificio.
El destino diplomático, difundido por el portal de Religiondigital.org, no es un premio. Pero en los pasillos del Vaticano tampoco se ve como un castigo demasiado duro tras la publicación del polémico libro del confidente del Papa emérito, pocos días después de su fallecimiento.
A priori, es una de esas embajadas consideradas cómodas. La Constitución del país centroamericano declara el catolicismo como la religión oficial lo que garantiza pocos conflictos políticos. De hecho, la Santa Sede habría solicitado a las autoridades costaricenses el plácet para el secretario personal de Benedicto XVI.
El Papa aprovecharía así que el actual nuncio, Bruno Musaro, está a punto de cumplir los 75 años y ya ha solicitado su retiro para resolver un problema que empezaba a resucitar los reproches de don Giorgio, como lo llaman en el Vaticano. Él cumplirá en julio 67 años.
Tras sus sonadas declaraciones y críticas contra Francisco incluso antes del funeral del Papa emérito, tras quejarse públicamente de que lo despojó de un día para otro de sus obligaciones como prefecto de la Casa Pontificia ("A partir de mañana, no vuelvas más"), tras intentar activar con su libro el ataque del ala más tradicionalista de la Curia... llevaba unas semanas lamentándose porque no sabía nada de su futuro.
Un apartamento de 300 metros
La embajada ha estado siempre entre las posibilidades que se barajaban en el Vaticano para poner fin a una situación que no contemplaba la permanencia de Gänswein en Roma. Allí llegó con Benedicto XVI en 1996 y allí se convirtió en su secretario personal desde 2003 hasta su muerte.
Y allí vive aún en un apartamento de 300 metros cuadrados, al que se mudó después de tener que abandonar por orden del Papa, el Monasterio Mater Eclessiae, donde residía con el Papa emérito. De hecho, su nombre se encuentra entre quienes deberían empezar a pagar el alquiler por residir en propiedades del Vaticano.
Francisco lo convocó en enero pasado para llamarlo al orden, para que dejara de hacer declaraciones que perjudicaban a la Iglesia, para que se estuviera callado. Y él ha obedecido hasta el domingo pasado.
La celebración de San José lo llevó al que ha sido su primer acto público desde la controvertida publicación de su libro Nada más que la verdad. Ofició una misa en honor a Joseph Ratzinger el día de su onomástica en la Iglesia de Santa Maria Consolatrice, de la que él mismo fue titular antes que Papa. Al terminar, contó que el Papa lo volvió a recibir en audiencia privada el 4 de marzo pasado.
"Hemos tenido un encuentro paternal durante 25 o 30 minutos", ha relatado Gänswein. "Lo he puesto al día de los trámites del testamento [de Benedicto XVI], que todavía durarán al menos tres semanas".
"El Papa necesita tiempo"
¿Respecto a su futuro? "Me ha dicho que no ha decidido todavía, que necesita tiempo para reflexionar", ha declarado monseñor al Corriere della Sera. "La Iglesia católica es grande geográficamente y también culturalmente", se ha limitado a comentar sin desvelar más de la conversación con el Papa.
Nadie ha interpretado sus palabras como un desmentido sobre su posible traslado a Costa Rica. Se considera más probable que haya habido por parte de Francisco una petición de discreción a la espera de la respuesta al plácet solicitado al país. Habitualmente, se aguarda un tiempo y si no hay confirmación explícita, se considera aceptada por silencio administrativo.
Durante estos meses, en el Vaticano se ha hablado de enviar a Gänswein, que es también jurista, a alguna universidad católica como docente. O a Ratisbona, al frente de la sede alemana de la Fundación Ratzinger.
Se estudió también el regreso a la Conferencia Episcolal de su Alemania natal, pero sus colegas y compatriotas se apresuraron a manifestar su oposición. La Iglesia germana se encuentra desde hace tiempo al frente del sector más progresista, justo el contrario a las tesis de Benedicto XVI y del propio Gänswein.
La herencia de Ratzinger
Mientras aguarda la decisión oficial sobre su próximo destino, el ex secretario de Ratzinger se ocupa de ejecutar sus últimas voluntades. Después de destruir todos sus escritos privados, ha repartido las pertenencias del Papa emérito entre sus más estrechos colaboradores, como él mismo dejó escrito.
Además, ha distribuido la estupenda colección de libros y partituras de música a varias fundaciones alemanas, designadas por Benedicto XVI. Para lo único que no había dejado instrucciones, era para el dinero que acumulaba en su cuenta corriente personal. Se desconoce el importe, pero se sabe que la ley establece que debe repartirse entre sus familiares más cercanos.
Como Ratzinger no tenía herederos directos, su ex secretario se ha dedicado a buscar parientes. Sabía que existían dos primos, pero a lo largo de sus pesquisas, ha encontrado cinco, que ahora pueden elegir si aceptan o no la herencia. Sólo el dinero porque el resto, incluidos los derechos de libros y demás escritos, está todo asignado ya.
Estos días se ha cerrado también otro controvertido asunto relacionado con Benedicto XVI: La Fiscalía de Munich ha archivado la investigación abierta contra el Papa emérito por complicidad en casos de abusos cuando era arzobispo de Múnich y Freising, entre 1977 y 1982.
Gänwein no se librará, sin embargo, de los escándalos de pederastia como nuncio en Costa Rica. Las denuncias de abusos sacuden también allí a la Iglesia católica. En agosto pasado, los tribunales condenaron a la Conferencia Episcopal del país centroamericano y al arzobispo de San José, José Rafael Quirós, a indemnizar con 10.000 dólares a Carlos Alberto Muñoz, una víctima de abusos sexuales por parte del sacerdote Mauricio Víquez. El sacerdote fue expulsado en 2019, pero los hechos denunciados se produjeron en 2003 y durante esos años la jerarquía eclesiástica lo encubrió.